Se trata de una invención desconocida todavía en la mayor parte del mundo, porque a la edad en que hoy en día se declara inaugurada la adolescencia en países del mundo occidental, la mayoría de las mujeres en África, India y China ya están casadas y tienen hijos. Y para los hombres es igual: trabajan desde pequeños y sus responsabilidades adultas empiezan muy pronto.
Adolescencia: ¿edad o enfermedad?
La adolescencia, bien analizada, es una deformación propia de la cultura de las clases económicas media y alta de América, Australia y Europa. Digo deformación porque socialmente se toman dos actitudes contradictorias y conflictivas hacia ella: cuando la naturaleza ya dotó a esas personas de rasgos que las convierten en adultos -la capacidad reproductiva, por ejemplo-, la educación, la familia y las leyes recomiendan controlarlas y cuidarlas como si fueran niños.
Receta básica: comprensión
Como recomiendan siempre en todos los grupos de autoayuda, lo primero es reconocer el problema y analizarlo bien. Y lo deben hacer ambas partes antes de que el problema se vuelva inmanejable. Si tus hijos son pre-adolescentes, tienes un tiempo maravilloso para prepararte y prepararlos. Aférrate del libro que prefieras, de un buen terapeuta o de alguna película que toque el tema y sirva de detonador para la plática.
No recomiendo que la mamá y el papá se sienten con hija e hijo, sino que lo hagan cada uno por separado y platique a su propio estilo.
Ningún niño se trauma porque le expliques qué son los semáforos y por qué no hay que atravesar la calle cuando están en rojo; a ninguno de ellos le causa conflicto tampoco porque le digas cuál es la ventaja de ponerse el cinturón de seguridad en el coche.
La explicación debe darla cada uno a su modo, con cariño y claridad.
Ingredientes activos: límites y firmeza
Los papás educamos según las modas del momento. Mis papás no creían en pegarles a los niños, pero todos los demás lo practicaban tranquilos y libres de culpa: así se usaba. Hoy tememos causarles traumas, que todo límite y restricción los pueda afectar. Ya se probó lo contrario.
Cada casa es un mundo: a tus hijos les tocó vivir ahí y esas leyes son las que deben acatar. No sólo tienes el derecho, sino el deber de establecer los privilegios y las restricciones. En cada país rige una constitución y nos guste o no, la acatamos. Tus hijos deben saber con claridad cuál es la tuya: desde la forma de saludar a las visitas hasta los permisos para salir y los horarios para volver deben ser claros y precisos. Pero sobre todo inamovibles: no flaquees ante berrinches. No hagas leyes arbitrarias, explica el por qué de cada una, pero una vez establecida, manténte firme y no cedas, salvo alguna pequeña excepción.Sin duda, prepararlos para la vida es una labor que te llenará de orgullo y satisfacción.