Aprende a vivir libre de estrés
Los hechos de tu vida pueden estar o no aderezados con estrés, tú decides. ¿Cómo distinguir lo que está en tu mano cambiar? Sigue estos sencillos tips para identificarlo y comenzar el cambio.
Reflexiona y actúa
Primer paso: je-rar-qui-za. Así como en el mercado preguntas el precio de cada producto antes de comprarlo, cuestiónate qué precio en estrés pagarás por equis actividad, compromiso, relación o trabajo. Tendrás que darle un valor distinto a cada cosa: no puede valer lo mismo un compromiso con una amiga que uno con tu pareja. Ni una relación laboral que una de amistad.
Además, a diario lleva a todas partes tu báscula simbólica y sopesa por qué sí vale la pena preocuparte y cuánto. Recuerda: tú no tienes que cumplir con las expectativas o demandas de otras personas. Está bien decir «NO», ser firme te permite defender tus derechos y creencias respetando, a su vez, las de los demás.
Hay cosas que nos producen estrés y son inevitables. Por ejemplo, si surgió un imprevisto y tu jefe te pide en la mañana que entregues un trabajo para la tarde, ése es un estrés que no puedes ni evitar ni amortiguar de antemano.
Sin embargo, tal vez podrías pedirle que algún compañero te ayude y que te dé más tiempo para concluir las tareas que tenías planeadas para ese día. La habilidad de manejar el tiempo involucra el pedir ayuda cuando es apropiado y establecer prioridades.
Existen otras situaciones que deberían causarte menos estrés, del que te causan ahora, como: se te olvidó la cita con el dentista, saliste tarde y en el camino te encuentras un caos vial. Éste es un estrés que puedes disminuir: llama al dentista por el celular y explícale; ya irás otro día. Y si se enoja, cámbiate con uno menos enojón.
En el momento que te sientas atribulada, pregúntate qué puedes hacer para reducir el estrés y hazlo; y lo que no esté en tus manos solucionar, suéltalo y no te preocupes más.
Fabrícate un oasis
Tú los has visto seguramente en Internet: en medio de la desolación de las arenas del desierto, aparece una manchita verde con árboles, palmeras, manantial, cascada y hasta un lago fresco y transparente. ¿Qué habrían hecho las caravanas que cubrían la Ruta de la Seda desde China hasta lo que hoy es Siria sin esos lugares mágicos?
Los oasis son uno de esos ejemplos que nos da la naturaleza de que, aun en medio del lugar o en el momento más incómodo, aparece un remanso de paz y frescura.
Cuando tengas un día complicado en el panorama, fabrícate un oasis que te permita relajarte. Puede ser tan simple como al final del día, escaparte a saborear tu helado favorito sin importar las calorías que contiene; sentarte en algún lugar tranquilo, como un parque y meditar 15 o 20 minutos; llevar tu libro de poesía favorito y leer un rato; o tomarte un rico café en un lindo lugar.
Cuando se vuelve un hábito el darte un premio en algún momento de cada día difícil, los reflejos cambian y te empiezas a concentrar cada vez más en cómo solucionar las dificultades.