A partir de 1992, la toxina botulínica se ha utilizado con fines cosméticos, éste al ser un tratamiento no invasivo efectivo se ha convertido con el paso de los años la primera elección para atenuar las líneas de expresión y arrugas.
A pesar de esto, muchas personas siguen teniendo reservas con este tratamiento, debido a que el término “toxina”, frecuentemente se asocia con eventos negativos que ponen en riesgo nuestra salud, pero hay ocasiones en que esto no es así.
Ejemplo de ello, son las toxinas utilizadas para la elaboración de algunas vacunas. Estas toxinas atenuadas cuando penetran en nuestro organismo, inducen la formación de anticuerpos que nos defenderán de la enfermedad producida por las bacterias de las cuales fueron extraídas dichas toxinas, como el tétanos, tuberculosis y otra serie de enfermedades.
Otros usos
Específicamente en el caso de la toxina botulínica, hay una gran cantidad de mitos y es importante que se entienda que ésta, antes de ser un producto cosmético, es una sustancia terapéutica de gran utilidad, ya que se utiliza en una amplia variedad de problemas en distintas especialidades médicas donde se involucre espasmo muscular.
Algunas de ellas son: Neurología: niños con parálisis cerebral, en los cuales el espasmo de varios grupos musculares les impide realizar funciones básicas como caminar o comer. En Oftalmología: los blefoaroespasmos (movimientos involuntarios que cierran los ojos) y los estrabismos frecuentemente son corregidos exitosamente con la toxina botulínica. También se utiliza en Urología, Gastroenterología y Ortopedia.
Otra utilización importante y poco conocida es que la toxina botulínica es muy útil para el control de la sudoración excesiva en manos, pies, y axilas, en donde una aplicación puede durar de 8 a 10 meses.
No obstante, la cantidad de toxina y el tiempo de aplicación que se requiere para el tratamiento de muchos de estos casos, rebasa con mucho la cantidad que se requiere normalmente para tratamientos estéticos.