El grave problema que experimentamos en la comunicación con los demás es que desconocemos cuál es el idioma emocional con el que nacimos y también el de los demás. Por lo tanto, tampoco estamos preparados para identificar cuál es el de la pareja y, lo que es aún peor, es que ambos creen que hablan el mismo idioma y teóricamente “entendemos” lo que el otro dijo. Te preguntarás si ese idioma lo aprendiste a través de tus padres. Bien, la respuesta es no. Por esta razón es que también existen malos entendidos entre padres e hijos, así como entre hermanos, porque cada quien nació con su propia forma de expresarse.
¿Te quieren tal como eres?
Es probable que tengas la suerte de que coincida tu lenguaje emocional con tu papá o con tu mamá y esto haga posible que sientas afinidad en gustos, que casi no existan malos entendidos cuando se comunican y que hasta sientes que te muestra un cariño incondicional o que acepta tu forma de ser tal y como es.
Hasta cierto punto esto sería lógico y de esperarse si ambos hablaran el mismo idioma emocional. La razón es sencilla, imagina que tú y tu papá hablaran chino y tu mamá portugués y que además se comportaran (tu papá y tú) con las costumbres de los chinos y tu mamá con la de los brasileños. De manera natural sentirías mayor comodidad con tu papá para expresar tus preferencias sin ser criticado pues comparte tus tendencias para actuar.
Si todo esto lo pasamos a ámbito de la relación de pareja en donde por la ley de los opuestos no te sentirás atraído por alguien con tu mismo idioma emocional, la posibilidad de malos entendidos crece en la medida en que los idiomas sean más distintos entre los dos. Entonces, si tú sientes que tu pareja no te entiende, o cuando quieres tocar ciertos temas, ambos terminan enojándose y evitan hablar porque no llegan a nada bueno y hasta ha pasado por tu mente varias veces la posibilidad de terminar, significa que estás en un problema de comunicación en donde ambos experimentan la misma sensación de fastidio y desesperación, es decir, de no ser entendidos; dicho de otra forma: “parece que hablas en chino”.
Todos estamos esperando que nuestra forma de ser y de actuar sean aceptadas especialmente por la persona a la que amamos
Hay quienes cambian de pareja con la ilusión de que “esta vez será diferente” y para cuando se dan cuenta otra vez caen en esa zona riesgosa en donde ambos se sienten rechazados y resentidos. Quizá los divorcios se han incrementado mucho por la expectativa de encontrar a esa persona ideal que nos quiera, nos comprenda y nos ame como somos. No está mal tener este tipo de deseo, puesto que todos queremos ser felices. Sin embargo, muchas veces no sabemos escoger a la persona adecuada para nosotros.
Nos equivocamos por varias razones. Pongamos un ejemplo metafórico que muestre las formas de elegir pareja: Imagina que estás en medio del mar y necesitas pescar para alimentarte y esperas que un pez muerda el anzuelo para calmar tu hambre. Hay quienes toman el primer pez que pasa, no saben seleccionar ni esperar cuál es el que mejor le alimentaría. Hay quienes eligen uno totalmente opuesto al último, para no repetir errores. Hay quienes escogen “el más bonito” aunque su sabor no sea agradable en esencia, etc.
Escoger el pez adecuado es todo un arte
Debe haber química entre ambos, que invite a la pasión. Debe haber la sensación de que puede ser un complemento, es decir, que esa persona especial tiene cosas que te van ayudar a ser mejor. Debe haber áreas en las que sientas complicidad. Es posible que ya te encuentres con la pareja correcta y entonces el reto es cómo manejar la relación de tal manera que se conserve la chispa de la pasión, la amistad y la complicidad entre ustedes. Que les permita compartir la vida sintiéndose bien acompañados a pesar de las adversidades y conflictos que todas las parejas tienen que enfrentar para crecer y ser mejores.
Para tener una relación así, es indispensable conocer tu lenguaje emocional y saber identificar el de tu pareja, o bien, si eres soltero(a) debes conocer a las personas que pueden ser una buena opción de pareja así como conocer los conflictos potenciales de una relación, es decir, las fortalezas y debilidades propias de la combinación que ambos posean en cuanto al tipo de carácter y temperamento.